¿Otra oportunidad?
ESQUEJE
“La humanidad merece otra oportunidad”, leí en alguna muralla de esta ciudad sitiada como si viviera una guerra. Yo sé lo que estar en una guerra. Estuve en las calles de Sarajevo y cuando digo Sarajevo aún escucho los silbidos de las balas rozándome el casquete cerebral. Muchas veces también recorrí la sitiada Bagdad, en la noche, respirando un silencio que no podía ser cierto. Algo más pasaba, se percibía. Eso sucede en todas las ciudades: siempre pasa algo más.
Ahora la pandemia nos carcome las entrañas: el siglo veintiuno nos puso el pie encima rapidito y muchos hablan de que la vida cambió “para siempre”. Pero, ¿qué cambió realmente? Porque la estructura industrial del mundo occidental, causante en gran parte del desmadre ecológico y la aparición de pandemias, sigue intacta. Entonces, ¿qué vida cambió? Al parecer, solamente la nuestra, y no la del pequeño grupo en cuyas manos está toda la maquinaria contaminante y plástica que mata, como virus, o como carbón, o como sequía, o como microplásticos, o como guerra.
Es cuestión de revisar los diarios. El negocio de la venta de armas no se ha detenido, como no se ha detenido la producción de cobre y otros recursos naturales. Flotas de barcos siguen depredando el mar para alimentar una industria que está arrasando con todo a su paso. ¿Esta es la humanidad que merece otra oportunidad? ¿La humanidad de los grandes centros financieros y su incalculable red de influencias y bombas y agrotóxicos de todo tipo?
Al final de toda esta cavilación aparece Chile y su posible nueva Constitución, y pienso que quizás ahí podría surgir una nueva humanidad que nos ayude a sentir que la humanidad sí se merece otra oportunidad, que es posible hacer las cosas de manera diferente y aminorar aunque sea un poquito el daño ambiental que se ha ocasionado, estableciendo constitucionalmente los derechos de la naturaleza, y de los pueblos, a vivir en ella. Sería un buen punto de partida para el nuevo debate planetario que debemos levantar mirando hacia el medio siglo, más allá de nuestro futuro.
Por Martín Pescador