Mágica
SALA DE ESPERA
Me sorprende como las gárgolas nos miran desde la arquitectura que cobija a Santiago. Algunos dicen que fueron construidas para espantar a los espíritus malignos, otros dicen que son la copia de las mismas gárgolas que están en Praga.
Los lunes por las mañanas los evangélicos se arrodillan en la plaza de la Constitución a rezar y orar para pedir a Dios que ampare a los políticos y que les de cordura para dirigir y no corromperse. Cinco o seis hombres y mujeres arrodillados en el anillo central de la plaza, oran y rezan frente a todos, lo hacen en voz alta, no muestran pudor.
En las mañanas riegan el pasto, las plantas, lo que sea, según el amor que tenga el jardinero ante su quehacer. Si estás con chalas en el lugar, te puedes mojar los pies y quedas con una sensación no tan grata, pero pasará. Los turistas esperan el cambio de guardia de la policía que está en el palacio. Hay gente que incluso toma fotografías de ellos, imágenes de una perspectiva oficial de un acto republicano. Los perros echados en las cunetas parecen esculturas vivientes.
Puedes en la esquina, o varias esquinas, da igual, tomar un jugo de naranja- zanahoria, un jugo mixto, o solo una, la que quieras y caminar por la ciudad mirando la bella mañana con tu vaso en la mano y la bombilla en la boca. Los rayos de sol cruzan la ciudad, las nubes se mezclan en el cielo, a ratos el viento mueve las hojas y se hace sentir en la cara. La maldad no nos roza, las miradas insidiosas se desvían al alcantarillado, la bondad aparece y la gratitud llena el ambiente de manera libre. Nace resiliencia y coraje para avanzar a lo que sea porque el presente es lo único que existe. Puedes un día tomar té y al rato tomar champaña da lo mismo, puedes no sentir deseos de comer, puedes caminar con tan solo un impulso es circular la sensación de esta mañana.
Un inmigrante de oriente perdido en el parque, buscando comida, llora y le pide a Alá que lo ayude, está desvalido, solo, desesperanzado.
El clima cambia, ya no se sabe bien cómo vestirse y eso que somos o éramos una taza de leche que mira el mundo real desde lejos. Lo predecible y lugares comunes se ven a cada instante, es que a la realidad no le podemos pedir más. Casi no hay espíritu, a ratos gana el desgano. Es difícil sorprender a un adulto. Y las gárgolas nos miran entre lo pagano y divino, siendo testigos de la noche anterior, donde ángeles y demonios pelean en el cielo en una batalla sideral donde el ojo humano no llega.
La mixtura de lo blanco y negro, en medio de la esperanza y ganas de vivir cada día, ver un poquito más, conocer algo más. Captar otro regalo, ver lo que va a pasar, saludar de manera amable, esperar que cambie el semáforo, decir una broma, pararte frente a una micro, enfrentar a quienes andan en auto de manera excesivamente energética, es casi imposible pensar que con tan solo una mirada puedes decir tanto o detener una energía que viene tan contaminada. Y se puede, yo creo que se puede. A veces los autos en los semáforos rugen como leones. En la jungla de cemento nadie perdona nada, todos queremos avanzar rápido a donde sea, a veces sin sentido.
La iglesia San Francisco sigue intacta, ha resistido los tres, cuatro o cinco últimos terremotos fuertes. Hay un misterio de origen inca en su construcción, de lo contrario sería imposible que la Iglesia siguiera en pie. La virgen sigue ubicada en la cima del San Cristóbal. Las gárgolas siguen ahí con sus bocas abiertas y endiabladas mirándonos entre el anonimato, los encuentros semanales y el robo callejero. Si a ratos ven que no estoy es porque me di cuenta de alguna patraña y me fui a buscarle más vida a la vida. En este ir y venir donde entendemos algo y al rato otra vez estamos en la nada.
No se tome en serio mis escritos, si estoy jugando no más, soy yo la que insiste con la magia, soy yo la que ve cómo día a día el bien y el mal se mezclan conservándonos aquí hasta quién sabe cuándo, con los astros girando y las estrellas bailando, entre las que están hoy y los vestigios de las estrellas que ya fueron, como si los muertos y vivos estuviésemos mezclados, como si los hombres y mujeres, fuésemos uno solo, olvidando el ego o la particularidad de cada uno, a la larga nos vamos reciclando. Para mí en el fondo lo que pasa es que lo que tiene que pasar, mientras tanto intento respirar lento para no atraer un ataque cardíaco, en el fondo de mí no escribo con otra intención que entretenerlo a usted, quizás hasta para obtener cierta simpatía. El espíritu es lo único que nos puede dar un algo de dignidad. El olvidarnos de que no necesitamos mucho, es lo que nos podría ayudar aunque en realidad no tengo una verdad final, solo es un intento por creer en la magia…, solo es un intento por creer en la magia…, solo es un intento por creer en la magia.
Por Silvia Martínez Iglesias
Del libro Divagaciones entretenidas desde el aburrimiento.