Hot dog
HISTORIAS DE CALLEJÓN
No todo es coger y gozar. No todo es líbido gloriosa y a destajo. Mi apetito sexual a prueba de torpedos supersónicos recibió un golpe bajo. Siempre he creído que el tamaño no importa… he conocido una diversidad de formas, dimensiones y colores y puedo afirmar que he llegado al disfrute en cada una de ellas, de extrañas maneras y de las más simples también. Los hombres en todas sus manifestaciones, me apetecen (incluso algunas mujeres sofisticadas de vez en cuando) y estoy siempre dispuesta a gozar con el que le toque el turno.
Y así fue que un día sin importancia alguna, se me cruzó un individuo del que poco recuerdo, excepto que luego de unas cuantas cervezas en un bar donde los piojos chapoteaban felices, nos escurrimos por una escalerilla hacia cualquier cerro, medio en desuso y con los peldaños rotos. Allí ambos hicimos gala de frases seductoras, poéticas, malditas, oscuras y glamorosas. Con los vestigios de pudor que el alcohol nos dejó, nos atrincheramos en un rincón donde él me besaba desde la boca hasta el cuello y embestía para que yo sintiera su empujón endurecido. Pero cada vez que yo bajaba la mano para asegurar mi trofeo, ganado con las mejores artes por cierto, él hacía algo que me lo impedía y controlaba así la situación.
Esta extraña estrategia de manosearme insistentemente, pero no dejar que yo lo hiciera finalmente, me hizo subir la temperatura, pues ya sus dedos estaban llegando a mi generosa humedad y yo aún no lograba empuñar el ansiado botín. Esto me desesperó y entramos en un forcejeo lascivo y exquisitamente brutal, que nos mantuvo en el límite del cachondeo, rodando y tropezando de peldaño en peldaño.
De pronto me vi sobre él y ya no había más alternativa. Sus ojos con un brillo angustiado así me lo confirmaron. Llegué sin titubeos hasta el zíper de su pantalón y con un ansia indestructible lo deslicé implacable e introduje mi mano para extraer el don victorioso.
Pero lo que encontré no fue ni cercano a una victoria. Algo del grosor de una vienesa (perdón la vulgar analogía) me hizo sentir humillada después de haber desplegado mi mejor talento seductor. Y al mismo tiempo sentí pena por el sujeto. Mi humillación ya era suficiente, no era necesario más. De modo que extraje de mí toda esa reserva de generosidad caritativa y le regale mi mejor sonrisa, junto con el único polvo en mi vida del que nada puedo decir, excepto que el tamaño no importa… pero si el grosor.
Por Dona Cienfuegos
Fotografía: Mural callejero ubicado en calle Capilla, cerro Alegre.-
Octubre 27th, 2010 at 7:10 pm
Primera vez que vago con delicia por esta Pág., y para mi gran degustación de esta, escogí al azar entre todas y todos los columnistas… y claro! unos labios extremadamente seductores hicieron de mi presa fácil para el destino siguiente: Como no recordar mis caminatas nocturnas y otras no tantas por cerros escaleras y callejones de su Valparaíso en las mismas condiciones tuve mas que alguna vez “hacer patria” con dimensiones lastimeras… que me dejaban con ganas de ir a buscar revancha a otro bar.
Agradecida, entonces, de que me hagan volar…. desde hoy una fiel parroquiana de Uds.
Marzo 9th, 2012 at 12:36 am
excelente relato…y si esta pagina recoje y entrega muxo de eso q a veces a las personas les hace falta compartir e informarse… deambular por estos relatos y criticas…es bastante entretenido
Marzo 21st, 2012 at 11:27 am
Cada vez mejor tu escritura. Felicitaciones.