Graffiti no es un crimen

CULTURA URBANA

Pero podría serlo, gracias a un acuerdo entre el municipio, el fiscal regional, la PDI y Carabineros, que quieren castigar a los autores de rayados en el sector patrimonial, cometiendo el error de meter al graffiti en el mismo saco “vandálico”.

La estrategia genera controversia pues el graffiti como arte está presente en todo Valparaíso. De hecho, se trata de uno de los atractivos de la ciudad más fotografiado por los visitantes, quienes se sorprenden con la buena variedad y factura de los trabajos, realizados por artistas urbanos de todo el mundo. En los cerros y en el plan, su presencia se nota pues se oponen a un paisaje sucio en el cual es evidente la carencia de aseo por parte de los vecinos y del mismo municipio.

Hay que decir que en Valparaíso, la labor municipal en torno al cuidado del patrimonio ha dejado mucho que desear. Desde el nunca solucionado tema del aseo y los perros vagos, hasta el escándalo por los escasos avances obtenidos con los millonarios fondos otorgados por ser “patrimonio de la humanidad”. En el puerto da la impresión que el cuento del sitio histórico es simplemente una insignia que cuelga de afiches y postales, pero con la cual nadie sabe verdaderamente qué hacer. Es cosa de pensar en la cantidad de edificios en altura que se han hecho en el plan y en los cerros desde la famosa nominación mundial – destrozando las “vistas”, principal atributo de Valparaíso -, para darse cuenta que el resguardo del patrimonio es un concepto difuso, manipulable según la conveniencia de las “autoridades”.

Para profundizar sobre este tema, recomendamos leer la entrevista de Cavila al ex Coordinador Regional del Consejo de Monumentos Nacionales, Atilio Caorsi.

Volviendo al graffiti, el fiscal regional, Pablo Gómez, dijo en la presentación de la estrategia que “vamos a trabajar directamente con la Brigada Investigadora de los delitos contra el medioambiente de la PDI (Bridema), para determinar a los responsables de ese tipo de infracciones, perseguirlos criminalmente e intentar obtener la reparación del daño patrimonial que se ha hecho”.

En cuanto a la clasificación de los delitos, el fiscal Gómez dijo que “éstos tienen asignados una pena en su grado mínimo, pero cuando el daño es un objeto de protección patrimonial sube a presidio menor en su grado medio. En ambos casos si la persona no tiene antecedentes penales se nos abre la posibilidad de suspender el procedimiento, o bien existe la fórmula del acuerdo reparatorio”.

Se trata de una clásica estrategia autoritaria que condena, amenaza y persigue lo que no se conoce, como sucede también, por ejemplo, con la marihuana y el matrimonio homosexual. En este caso, el graffiti como expresión artística ve vulnerado su derecho a existir y disentir simplemente por la poca voluntad y el desconocimiento de su cultura que tienen las esferas del poder, en manos – más encima – de un sector político conservador e históricamente intolerante. Así las cosas, este tipo de medidas se veían venir, sobre todo si consideramos el carácter del arte callejero, en esencia transgresor y contestatario.

“Si la prensa calla, que hablen las murallas”, o “manifiesta tu rabia con protesta en las murallas”, son frases que reflejan un sentir disconforme y marginado del “proyecto país”. ¿Es la prohibición el camino correcto para enfrentar una cultura que está ya bastante crecida? ¿Desaparecerán los graffitis con esta estrategia, que perseguirá a los autores por sus firmas en los murales? Son preguntas que necesitan una respuesta un poco más elaborada que la simple represión policial.

Una buena propuesta para Valparaíso sería asumir a la cultura callejera como parte viva de la ciudad, integrándola y no segregándola, gestionando junto a los artistas la facilitación de muros para la creación de murales. En los cerros – sobre todo – cada vez más vecinos optan por este camino para sus casas y propiedades, terminando con los rayados aislados y aportando de paso a la belleza y la cultura de sus barrios. Entre una obra de arte y un muro gris no hay dónde perderse.

En el plan, también existen muchos muros que nada aportan al carácter “patrimonial cultural” de Valparaíso, como éste de abajo, ubicado en la estación Bellavista de Merval. ¿Por qué no pasar este muro para que se haga un graffiti sobre la historia del puerto, o sobre un tren que vaya pasando por la playa, la ciudad, el campo, las montañas? La mejoría estética sería notoria.

El choque cultural que se está produciendo en este caso debería abrirnos nuevas miradas sobre la responsabilidad que los ciudadanos tenemos en la elección de nuestras autoridades, y el nivel que éstas deben tener. Al parecer, hay un orden terco con la ley de su lado que no quiere diversidad ni diálogo, sólo imposiciones y mano dura, elementos que justamente, motivan contundentes respuestas en culturas como el graffiti y el hip-hop. Así que lo más probable es que el graffiti siga presente en nuestras ciudades, pues como dijo alguna vez un graffitero porteño en la radio: mientras más persecusión, más pasión.

Para los que quieran seguir profundizando en la cultura del graffiti, les dejamos el siguiente video con un documental sobre la historia y la presencia de este arte en Chile.

Por equipo Cavila

Publicado el Miércoles 16 Febrero 2011 a las 3:48 pm en la categoría Cultura, Fotografía, Portada.