Pequeño objeto del deseo
Tengo un juguete nuevo. Andrés me lo regaló. “Es para que lo disfutemos los dos”, me dijo. Andrés es generoso y dulce, pero cuando se le pone duro es un animal sin piedad que deja caer la saliva de su boca magnánima y jadeante sobre mi cuello sudoroso.
Me hizo imaginar cosas raras cuando me dio el anillo. Es un objeto como del futuro, blando, azul metálizado y con una especie de pequeños tentáculos que lo rodean, tiene un aire hi-tech supersónico y me hizo pensar que despertaría en mi conexiones nerviosas que desconozco.
Claro que no soy yo la que lo usó porque no es exactamente un anillo convencional. En una tarde sometida por la tormenta implacable, Andrés me tendió una de sus suaves emboscadas. Con su mirada inofensiva, detrás de unos lentes modelo Salvador Allende, se acercó despacio, sagaz como un guepardo, quitó cada una de mis capas de ropa invernal mientras su boca dadivosa hacía un cálido tour por mis pezones empinados al máximo en su propio furor… una y otra vez su lengua insitió en la cima y alrededor, succionando brutal, humedeciéndo de paso el centro de mi hondura rosada, me paseó con su boca por oleadas de placer y desesperación, fui su presa sin oposición y en medio del descontrol supliqué que me clavara, clamé por su puñal feroz directo al centro de mi deseo.
Ya había olvidado la pequeña argolla azul, cuando el hombre-guepardo blandió su miembro portentoso, estiro el aparato siliconado, aumentando su diámetro y lo deslizo hasta el inicio de su arma letal. Sin dar tregua la hundió brutal en mi… mil moleculas de placer estallaron en mis profundidades, su pene hiper reforzado hizo rebalsar mi interior, la más intensa humedad se derramó, una urgencia ilimitada me desbocaba, agradecí cada empujon desde afuera hasta lo más hondo, su pene infinito me convidó todo el placer, agradecí con gemidos, gritos al fin, quise morir como la presa en que su ardor me había convertido. Pero él, astuto como felino, no me dio todo allí… inclemente retiró el objeto y me embistió hasta derramarse en mi, mientras el anillo azul era apretado por mi mano.
Y así, cada vez que el hombre-guepardo se acerca sigiloso y pone ese pequeño objeto del deseo en mi mano y me hace cerrarla y apretar, ya sé que mi hora de ser presa fácil ha llegado, y agradecida una vez más, me entrego a este ritual sagrado que esos lugares magníficos llamados sexshops nos han brindado.
Por Dona Cienfuegos
Julio 7th, 2010 at 11:00 am
WOOOOOUUU
que manera de explicar, que manera de provocar
me dan ganas de …..