Empelotados

CRÓNICA SATURADA

Nunca antes el fútbol se había parecido tanto a lo que es: un incesante mosquerío, cargante, tedioso, alienante, que no permite que las personas – en este caso los entrenadores, jugadores y árbitros – se comuniquen entre sí.

Sudáfrica recibió con sus vuvuzelas (trompetas) a los endeudados del planeta (sobre todo del tercer mundo) y así vimos a chilenos y argentinos sacándose fotos con niñas de una tribu africana cuya indumentaria consideraba pechos al aire, libres como su mirada de continente ansioso por algo mejor. Los medios chilenos idiotizaban el tema sacándoles burdas declaraciones a los involucrados. Y algunos países participantes y canales de televisión con derechos adquiridos pedían prohibir las vuvuzelas, una tradición de la población sudafricana, por considerar molesto su zumbido.

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Claramente, el mundial es un mundo extraterrestre que aterrizó en Sudáfrica. Durante los meses anteriores al jolgorio, la policía “desocupó” el centro de Ciudad del Cabo de indigentes, niños sin hogar, jóvenes cesantes y familias que en su mayoría vivían en casas viejas o abandonadas. Fueron trasladados a una población de casas containers en las afueras de la ciudad, a kilómetros del flamante estadio nuevo y separados del downtown por un aeropuerto gigante. Ellos no tienen derecho a participar en la fiesta, no pueden salir en la foto mundialista.

En otra dialéctica encontramos los reportes televisivos de los parques nacionales que nos cuentan cosas que todos sabemos: que los leones son peligrosos y están sueltos y por eso hay que ir en auto, que la jirafa es el animal más alto del parque, que el elefante tiene trompa y que el cheeta es el más rápido. No se dice que ya no quedan animales en estado salvaje, que todos los que quedan están recluidos en los parques, protegidos de los cazadores furtivos cuyo principal destino de pieles y marfil son Europa y Estados Unidos. Si continúa este ritmo actual de caza y tráfico, en 15 años no habrá leones, elefantes, leopardos, jirafas, y en Asia, diremos adiós para siempre al magnífico tigre de bengala.

En la línea del psicoanálisis, el entretenimiento es la técnica persuasiva básica al no ser tan obvia su intención como para que la gente se resista o se queje. En las actuales condiciones, también es definido como una imposición cultural. Es entonces una oportunidad fenomenal para el negocio publicitario, sin que nadie – o casi nadie para ser justos – llegue a preocuparse por la explotación de niños en aldeas de Pakistán, China e India, para confeccionar los balones del mundial, y que hace 13 años viene siendo denunciada por el Foro Internacionales de Derechos Laborales. Claro, todo eso pasa lejos, muy lejos de la postal mundialista que nos vende un mundo feliz integrado en el deporte y la “sana” competencia.

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