El epítome insalvable

Cada día es como una nueva vida

Séneca

pescados año nuevo

Al finalizar el año, de antemano inventariado en la pornográfica de las nuevas tecnologías, la caída del telón, arrimado al augurio y los buenos deseos de unos pocos, nos devela el fracaso, siamés ineludible de la expectativa, en su revés contingente. La televisión, por estos días, hace lo suyo recordando las cientos de inundaciones, terremotos, tornados, pandémicas misivas huracanadas y cuanto halla para regocijo del televidente que, a medias (de puro nylon que excreta), hace propio el pantallazo de la desgracia ajena. Uno colabora, periféricamente, diciendo lo que consiguió o no: en el fondo, puras nimiedades. La Moneda hace lo suyo, al igual que los candidatos: se cagan de risa de los modernos esclavos que construyen su democracia. La iglesia, eternamente malentendida, dicta cátedra sólo para un puñado de pretensiosos adoctrinados por una farsa que les permite continuar con la puritana cháchara del amor al prójimo. Al próximo, diría yo, a aquel que se victimiza. La sociedad en su conjunto, enciclopédicamente pedestre, hace de su anecdotario un despropósito tendiente a reafirmar en la esperanza su futuro esplendor.

Fuegos artificiales, champagne barato y bailongo non stop para el populacho. Para los ricos, cercas eléctricas y perros bravos. Para el resto, un próspero nuevo año. Un cliché que luce con los espasmódicos abrazos que cierran una jornada que, paradójicamente, se abre. En este caso, a nuestro manoseado bicentenario. A un 2010 que promete cifras y desembarcos. Un año que a los chilenos nos hará visibles, en el concierto internacional, por integrar el selecto grupete de países que se dicen desarrollados. Los OCDE, los amigos del dinero y del diálogo, los muy progres que muestran la hilacha cada tanto. Porque en el fondo el desarrollo pasa por aquello que se visibiliza. Lo que permanece en los márgenes, en los guettos construidos alrededor de las grandes ciudades, sigue ocultándose sostenida y metódicamente. La promesa de un cambio no viene dada por el compromiso tácito con aquello que no logramos ver, sino que, por el contrario, con lo que permanece a flote: con la instrumentalización medial de la pobreza y de su ulterior superación. Y ahí hay cómplices (nuestros candidatos presidenciales). Y expertos en marketing (sus guardaespaldas, que tienen intereses creados). Y mucho paño que cortar.

Yo soy pesimista, pero no luchar es inútil. No es una opción que tenga contemplada. Y voy a seguir quejándome desde mi humilde tribuna. Voy a continuar pese a todo. Eso. Feliz año.

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