Nueva Constitución: Revalorar la dignidad humana y defenderla
EDITORIAL
En el último año se ha establecido en Chile un amplio consenso respecto a dos temas muy importantes, que afectan al conjunto de la sociedad. Uno, que la actuación de las autoridades de gobierno durante la pandemia ha sido desastrosa; y dos, que el actual modelo de Estado falla rotundamente a la hora de cuidar y proteger a la población.
Inmersos en un proceso constituyente de alcances inciertos, pero cuyo resultado deberá ser ratificado en un “plebiscito de salida”, el fondo del tema parece perderse entre tanto discurso y candidato, y también, por qué no, entre tanto problema. Pensiones, vivienda, salud, educación, trabajo, medioambiente, pueblos originarios, derechos humanos, género y salud mental, por nombrar algunos, son todos frentes donde están en juego vidas de personas.
Ese es a nuestro juicio el tema de fondo. La cultura imperante en Chile fue impuesta a través del terrorismo de Estado, lo cual trae consigo, irremediablemente, una desvalorización de la dignidad humana, en todas sus concepciones sociales, culturales y religiosas. La falta de sentido común de las autoridades frente a la actual crisis es, en ese sentido, una muestra más de esta pérdida de valor, por cuanto la actividad económica se ubica por sobre la vida de la gente, una perversa escala de prioridades que incluye también, como no, la relativización de los Derechos Humanos.
Chile no puede continuar regido por algo así. Recordando la clásica paradoja de la tolerancia del filósofo austríaco Karl Popper, nos atrevemos a asegurar que una convivencia justa y democrática en nuestra sociedad solo será posible en la medida que erradiquemos definitivamente a los defensores y administradores del horror. La vida humana no puede estar por debajo de nada, ni del mercado, ni de la oferta-demanda, ni del militarismo, ni del extractivismo. Tampoco es posible que se sigan negando los crímenes de lesa humanidad, bajo una falsa “libertad de expresión”.
Pensamos que solo una presencia fuerte de delegados constituyentes que defiendan los Derechos Humanos con firmeza, permitirá que la nueva Constitución traiga consigo estructuras efectivas que protejan y amparen a las personas, y eso implica partir por cambiar el rol del Estado subsidiario por uno social, donde exista por ejemplo un seguro único de salud y un sistema de pensiones de reparto y solidario, ambas medidas que ponen en primer lugar la dignidad del ser humano y su protección.
Pero no basta con esto. Se deben crear mecanismos para defender legalmente estos derechos de quienes los relativizan. Y aquí queremos poner nuestro acento: la ortodoxia neoliberal es un discurso intolerante y discriminatorio pues rebaja al ser humano a la categoría de producto desechable, y además, se valió del Terrorismo de Estado para imponerse. Siguiendo este juicio, no puede volver a aplicarse como política pública. Algo parecido debiera suceder con la participación de empresarios y multimillonarios en política, entre otros temas. El pueblo chileno debe tener como defenderse de esa codicia irrefrenable que, sabemos, no desaparecerá automáticamente con la nueva Constitución.
Esperamos que los delegados constituyentes tengan la claridad necesaria para saber poner esto en el papel: No basta con solo con establecer y garantizar derechos, también hay que tener como defenderlos y detener a quienes tratarán, sin duda, de volver a arrebatarlos.