Psicoanálisis: uso libre y digno de nuestro tiempo
FRAGMENTOS MENTALES
Entre el amor y el tiempo es el título del ensayo de la psicoanalista Silvia Migdalek, en el cual se interroga al amor y sus impasses, al tiempo y sus vaivenes, desde el ocio al aburrimiento como palancas capaces de poner en marcha un análisis y elevar al sujeto de ese modo a una dignidad otra.
El libro, publicado por la editorial Letra Viva, en la colección Textos Fundamentales, es una muestra de rigor conceptual y amenidad, ajeno a la jerga especializada de cierto discurso universitario.
Migdalek es analista miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano. Miembro fundador del FARP (Foro Analítico del Río de la Plata). Profesora Adjunta Regular de Psicoanálisis Freud (Cátedra II) de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y docente de la Maestría de Psicoanálisis en esa casa de estudios.
Esta es la conversación que Télam sostuvo con la autora.
T : Entre el amor y el tiempo es un libro que reúne ensayos de diferentes momentos de su práctica como analista, ¿qué la llevó a publicar este libro ciertamente testimonial? ¿Cuál fue su origen?
M : Efectivamente el libro contiene distintos momentos de interrogaciones fecundas sobre temas que me han interesado en estos años. Esas preguntas empezaron a revestir importancia creciente por el lugar que ocupan en la práctica clínica; el amor y el tiempo, ambos se hacen presentes de múltiples maneras en la experiencia clínica, y un análisis que operó como tal produce diversos momentos de subjetivación, tanto respecto de los impasses de la vida amorosa como del paso del tiempo y las tareas de la vida. Evidentemente, el propio análisis y mi práctica como analista están en el origen de este libro, como así también mi trabajo como enseñante del psicoanálisis que ha sido y sigue siendo una constante de mi relación con esta disciplina.
T : Detengámonos primero en la cuestión de la temporalidad, ¿en qué sentido usted afirma que el tiempo es uno de los modos del objeto lacaniano? ¿Qué incidencias tiene eso para pensar el tratamiento?
M : Para el psicoanálisis, hay una ficción fundamental acerca del origen del deseo humano, lo vemos surgir como una moción psíquica cuya condición de posibilidad es la imposibilidad de la satisfacción plena. Tiempo cero no fechable, pero fecundo, en el que el objeto irremediablemente perdido causa la puesta en marcha de todo aquello que se busca vanamente reencontrar, búsqueda que a partir de allí se cuenta y hace del tiempo sucesión. A partir de esa mítica experiencia de satisfacción, que (como vemos) es de insatisfacción, se inaugura una necesidad de repetición; es decir, a partir de entonces podemos afirmar que lo único susceptible de repetición es una pérdida. La repetición es una variable temporal que acompaña todo el transcurso de un psicoanálisis, y cada repetición como automatón no hace más que indicar lo que subyace por detrás, es decir, la función de ese real irreductible de la pérdida como causa. Este movimiento conecta con la idea de la nostalgia humana, que está muy cerca de la idea borgeana que afirma que la nostalgia no es de lo que hubo y se perdió sino de lo que nunca hubo, la satisfacción plena, en tanto hemos sido expulsados del paraíso. El tiempo, al igual que el objeto, es algo que por su naturaleza se pierde, y por eso mismo una experiencia de análisis debe permitir que no perdamos vanamente el valioso tiempo de nuestra vida; habiéndonos confrontado suficientemente con nuestras vacilaciones e inhibiciones, nos invita a hacer un uso libre y digno de nuestro tiempo.
T : Ahora pasemos al amor. Si Jacques Lacan habló de un nuevo amor al final de su enseñanza, ¿cómo sería posible algo así hoy en día en la sociedad posmoderna?
M : La pregunta fuerte de Lacan sobre el final de su enseñanza es la de si el psicoanálisis tiene algo nuevo para decir acerca del amor. Es una de las preguntas que ha causado el desarrollo del libro. Pero el psicoanálisis no es una cosmovisión: es una praxis que inauguró un modo de lazo social inédito para el cual no existen modelos. En ese lazo tan peculiar que se sostiene con el encuentro de un analizante y un analista, se hace la experiencia de un nuevo amor desde su mismo comienzo; como digo en el libro, se trata de un amor paradojal ya que promete la separación, el desenlace; más freudianamente podemos decir el desasimiento de la libido de ese síntoma nuevo que es la transferencia misma, para poner la libido a disposición de la persona y dejarla en libertad para llevar a cabo las dos tareas que para Freud son insoslayables: amar y trabajar. El amor es un hecho de cultura y nuestra sociedad posmoderna promueve lazos precarizados, el amor como el trabajo están precarizados por contratos blandos, como se suele llamarlos, amores líquidos y efímeros. El nuevo amor, en Lacan, se acerca a la invención de un espacio en el que no se desmiente la imposibilidad de hacer de dos uno, que no es el amor fusión. El amor, que siempre es efecto de algún encuentro, justamente es una buena suplencia a esa imposibilidad, a la que Lacan al final de su enseñanza nombra como la imposibilidad de la proporción-relación sexual. Me gusta la idea del amor que construye un espacio en el que se puede habitar separados juntos, y eso se aprehende de un modo singular en una experiencia de análisis.
T : Un capítulo aparte merece su texto sobre el aburrimiento, ¿en qué sentido esta pasión no se ha vuelto hoy en día mucho más acuciante que la angustia?
M : Me interesé en el tema del aburrimiento, pensándolo desde la perspectiva de las pasiones clásicas y sus matices actuales. El hastío, por ejemplo, es la forma en la que el aburrimiento asoma en el Tratado de las pasiones de Descartes, del que podríamos decir es el primer catálogo de las pasiones. Uno se hastía de un bien del que ha gozado demasiado, es como en nuestro refrán popular cuando se afirma que alguien se queja de lleno. El aburrimiento es una máscara de la angustia, y como la angustia es un afecto despertador, invita a querer salir de eso. Nuestra época está atestada de objetos, gadgets que generan la ilusión de que nada falta, ¡nada más aburrido!: eso no hace lugar al deseo y además produce como efecto que se soporte poco cualquier esbozo de falta o de presentificación de algún vacío de la existencia. Frente a la emergencia de alguno de estos signos el sujeto se aburre o entra en pánico.
T : Para concluir, y dado que su libro se encuentra tamizado por cuestiones de actualidad permanente, ¿cuál puede ser el destino del psicoanálisis en nuestro tiempo?
M : En cierto modo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología son refractarios a la dimensión de responsabilidad que cada sujeto tiene con respecto al tratamiento de su propio padecimiento psíquico, y al capitalismo le importa poco lo que haga cada quien con su angustia, ya que sólo le interesa que la cosa marche y de lo que no marcha no se ocupa. Nuestro tiempo se caracteriza por una fuerte caída de los ideales que regulaban los diversos goces, nuevas formas de los lazos de amor, nuevas realidades sexuales, nuevos modos de familias y parentalidades. Los sujetos están muy solos con su angustia y eso se constata permanentemente en la clínica cotidiana, no hay modelos para el amor, y la soledad es un tema que sea en su forma negativa como positiva, está muy presente en los relatos de los sujetos. Justamente por eso yo soy optimista con respecto al destino del psicoanálisis en nuestro tiempo, ya que hace lugar a que el sujeto diga de su angustia, la atraviese en el trabajo del análisis, y al mismo tiempo crea la chance para que cada uno más allá del destino y de lo que lo ha determinado de su historia, vea surgir lo más singular de su invención como ser hablante. Esto no es poco.