Una de las excusas

OPINIÓN

Hablamos del desarrollo económico en términos absolutos: el consumo, la tasa de desempleo, el cobre, y los impuestos. Mantener esas variables en orden es el mensaje dominante, por este camino, se nos señala, saldremos del subdesarrollo, nos diferenciaremos de nuestros corruptos países vecinos para llegar con la frente en alto a ser un país del “primer mundo”. El milagro sudaca no se debe hacer esperar, hay que mantener la tasa de crecimiento, guardar los dólares y mantener el sistema económico y político ordenado. Los cambios son peligrosos, llevan a la inestabilidad, espantan a los inversionistas y hacen bajar al país en las listas de competitividad.

En resumen, no hay que pensar, hay que “echarle pa delante”, comprarse un televisor con pantalla plana, tener el celular cargado con dinero y meterse en un crédito de consumo. Bueno y si le ha ido bien, una casita en la playa, un nicho en el cementerio o un departamentito para subarrendarlo cuando la cosa ya no esté tan buena.

Comprar y comprar es nuestro desarrollo, olvidando que la palabra también significa propagación, tratamiento, explanación y análisis, en definitiva pensar. Porque el verdadero desarrollo es mental y moral, no monetario. Es lo que crea naciones e identidades no cuantificables en índices económicos, es lo que al santiaguino le falta para terminar con el humo que lo mata día a día, como al porteño la acción para terminar con el gran problema de la basura. Somos títeres de nuestras tristes acciones, de nuestro decadente conformismo, del temor a ser alguien o algo distinto, de agruparnos porque no somos capaces de aceptar nuestras diferencias.

Hablar de la basura en esta revista es sólo una forma de decir y crear conciencia de que el chileno, y nos incluimos, está equivocado en su concepto de desarrollo, porque espera que los cambios provenga desde arriba y no de sus actos diarios. Organizarse con el vecino para comprar un tacho de basura no cuesta nada, como tampoco tener un mínimo de conciencia de los desperdicios que botamos en la calle todos los días.

No olvidemos, por favor, al callejero que escribió “ni Piñera ni Bachelet, el cambio social lo hace usted”.

Por Waldo Burgos

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